sábado, 19 de octubre de 2013

Un jueves por la noche cualquiera


Como cada noche especial, Cletus estaba en el bar bebiendo cerveza y quejándose del dolor de espalda, de su mujer, de la vida, de la muerte y de todo lo que se le pudiera ocurrir. Nadie le escuchaba, como ocurría en cada noche especial. Los parroquianos ya le conocían y le hicieron caso las primeras veces, pero se cansaron de atender a cada queja que salía por su boca.

- ¡Esta cerveza tiene menos lúpulo! - dijo Cletus en una de sus innumerables protestas.
- Es la misma de siempre - respondió completamente desganado Rick, el dueño del bar.

Se llegó a hacer una votación entre la clientela del bar para impedir que Cletus volviera a pisar el garito. A pesar de la aplastante mayoría, Rick se negó al veto. Su alegato fue que "Cletus es un pesado, pero me ayuda a pagar las facturas... además, éste es mi bar y aquí soy yo el que dice lo que hay que hacer. ¡Ahora a beber!". Todos acataron órdenes y se emborracharon.

- ¡Ésta es una noche especial! ¡Ponme una cerveza que tenga más lúpulo! - gritó Cletus.
- Siempre es una noche especial para ti, Cletus. Absolutamente todas las noches.
- ¡Más lúpulo!
- Pero vamos a ver, ¿sabes lo que es el lúpulo? - preguntó Rick con voz cansada.

Después de unos segundos pensativo, Cletus cogió su móvil, trató de aparentar que mantenía una conversación telefónica y se despidió de todos anunciando que "es una llamada importante, me tengo que ir". Nadie hizo caso alguno. En la cabeza de cada uno no cabían los lamentos de Cletus, todas esas mentes alcoholizadas estaban ocupadas pensando en sus propios problemas: "¿cómo recupero a mi Jennifer?", "mañana me pongo a buscar trabajo", "¡tengo que pagar las facturas!" o "ese tñido adoa faeo ají".

Cletus salió haciendo eses del tugurio de Rick y se tropezó con una hormiga que llevaba una colilla. El golpe hizo que se espabilara un poco y que le sangrara la nariz. Se levantó dolorido y cuando notó ese sabor metálico en su boca, se limpió con las mangas de la camisa. Se metió las manos en los bolsillos buscando las llaves del coche. Encontró las de casa, un pañuelo, 10 dólares y unos caramelos. A continuación dio un paso y se escuchó cómo daba una patada a las llaves del coche. Se habían caído instantes antes. Se arrodilló y buscó entre la oscuridad hasta que finalmente las encontró. Arrancó el coche y comenzó a sonar Lynyrd Skynyrd.

"Sweeeet hooome Alabaaaaama..." - se puso a cantar desafinando - "... siempre ponen las mismas canciones en la radio".

Mientras iba a pisar el acelerador, vio un destello en el horizonte y una explosión. La curiosidad hizo que decidiera acercarse a aquel lugar para ver qué había pasado. Al estar en medio de la nada, pensó que podría ser el único en saber que algo había ocurrido. Podría ser el único en grabar con el móvil aquello y vender las imágenes a alguna cadena de televisión.

15 minutos después, Cletus llegó a aquel lugar. No podía creer lo que veían sus ojos. ¿Seguía borracho? ¿se habría quedado inconsciente cuando se cayó al suelo y esto sería un sueño? No, era realidad. Un OVNI se había estrellado y estaba todo en llamas. Sacó el móvil para grabar, pero no funcionaba. Comenzó a darle golpes, le quitó la batería y la volvió a poner... pero no consiguió nada.

- No te molestes. No te va a funcionar, my friend - dijo una voz extraña por lo dulce y robótica que era.
- ¿Quién está ahí? - contestó Cletus dando un sobresalto.
- Todos llevamos inhibidores que impiden que cualquiera nos pueda grabar o hacer fotos.
- ¿Me estás vacilando? ¡Vaya nochecita llevo! - comentó después de estar 20 minutos sin quejarse.
- No temas. Nada va a pasar, pero necesito tu ayuda.

De entre las sombras salió un... bicho extraterrestre de 1'60 m de altura. El típico extraterrestre de las películas cuya nave cae en un lugar perdido de Estados Unidos. El que no es como Alf ni como E.T., el otro.

- Resulta que he cogido prestada la nave a mi padre y se me ha ido de las manos. Necesito que te vayas lejos de aquí para que mandes un mensaje a mi tío, porque, como te he dicho antes, tu móvil no va a funcionar conmigo cerca. Por eso todas las imágenes de OVNIs que tenéis son falsas. No son más que videos trucados de gente que se aburre mucho.
- Vamos a ver. Esto no puede ser. ¿Estoy soñando? - preguntó Cletus.
- No y para demostrártelo... - alzó la mano el extraterrestre.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! - comenzó a gritar por la descarga eléctrica de una especie de taser alienígena.

Después de medio minuto de convulsiones, Cletus pensó que sería mejor ayudar al bicho de las galaxias o le mataría a descargas.

- Esto lo he hecho por tu bien. Vas más borracho que yo y te necesito sobrio - razonó el alienígena.
- ¿Cómo?
- Sí, nosotros también sabemos pasárnoslo bien.
- Un momento, si quieres que te ayude, me tienes que decir cómo lo tengo que hacer. No entiendo nada de lo que está pasando.
- ¿Qué quieres saber?
- ¿De dónde vienes? Háblame sobre ti. No puedo con esta locura - replicó el granjero.
- No es tanta locura. Vengo de Kwa#qr&in. Creo que vosotros lo llamáis Kepler-69c. Allí hacemos lo mismo que vosotros, el gilipollas. Pero nosotros somos más inteligentes. No es por faltar, es algo genético.
- Pero, ¿por qué has venido hasta aquí? ¿y cómo sabes mi idioma? ¡nada tiene sentido! - exclamó de manera confusa.
- Sé tu idioma gracias a nuestra tecnología avanzada. Tengo un dispositivo que recoge mis pensamientos y los traduce a la lengua con el que mi interlocutor se siente más cómodo. No me hagas pensar mucho más que entre el accidente y las copas que llevo encima...
- ¿Copas?
- Sí. ¿No me has escuchado antes? Te he dicho que nosotros sabemos divertirnos.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- ¡Ay! ¿Ves como somos más inteligentes los Kwa#qr&inos? - dijo el alienígena - Como te comentaba - prosiguió - he venido hasta aquí porque he tenido un accidente con la nave y he perdido el control. De todas formas, he estado por aquí muchas veces.
- ¿De verdad?
- ¿Por qué te iba a mentir?

Después de esta absurda conversación, el extraterrestre explicó a Cletus qué es lo que tenía que hacer para que pudiera mandar el mensaje a su tío del espacio exterior. Con el móvil ya preparado, se le añadió una antena. Buscaron en el coche de Cletus algo que pudiera amplificar la señal y encontraron una lata de Pringles vacía en el asiento de detrás. Con unos ajustes en el chip, podría coger más frecuencias para tener mejor cobertura. Así tenía que poner un texto en el idioma alienígena adaptado con letras en cirílico para que Cletus no pudiera leer el mensaje. Él seguía sin entender nada, pero cumplió órdenes. Se alejó, mandó el texto y volvió donde estaba el OVNI siniestrado.

- Ya he hecho todo lo que me has pedido - dijo satisfecho.
- Bien, vamos a celebrarlo. Toma, bebe.
- ¿Qué es esto?
- Tranquilo, es algo que nosotros hacemos en nuestro planeta, parecido a la cerveza.
- Mmmmmm. ¡Tiene mucho lúpulo! - comentó Cletus.

Se sentaron los dos en el capó del coche de Cletus y comenzaron a charlar como si fueran dos viejos amigos. Cuando se terminó la bebida extrasolar, un halo de luz hizo que el extraterrestre desapareciera con la nave, dejando a Cletus con su recipiente vacío en la mano y muchos otros en el suelo. Cletus no pudo hacer otra cosa que meterse dentro del coche y dormir la mona. Después de un par de horas, se despertó y, al ver que eran las 3:21 AM, supo que tenía que ir a casa. La noche se le había hecho muy larga y muy extraña. Aun así, sólo pensaba en llegar a casa y dormir más, como si no hubiera pasado nada. Como si fuera una borrachera normal la vivida. ¿Cómo podría conciliar el sueño tan fácilmente después de esa experiencia? Seguramente no le daba el cerebro para asimilar todo.

Arrancó el coche y condujo hasta su casa. Eran las 4:07. Cogió las llaves para entrar en casa. Le costó elegir la adecuada y no atinaba con el agujero de la cerradura. El ruido despertó a Pamela, la mujer de Cletus. Se escucharon unas pisadas a toda velocidad y en unos instantes apareció ella en la puerta. La abrió bruscamente.

- Siento haberte despertado. No te vas a creer...
- ¿Qué excusa me vas a contar ahora? ¿has visto la hora que es? ¿has visto las pintas que llevas? ¿y esa sangre? - preguntó enfadadísima Pam. Su cara delataba el odio más profundo resultado de una mezcla de haber sido despertada y de cabreo al ver nuevamente a su marido en ese estado.
- No, de verdad. Al salir del bar vi una luz en el horizonte...
- Mira, no me interesa. Te dije que iba a ser la última vez y lo mantengo. No te quiero ver más por aquí. Búscate una casa, una nueva vida y alguien que te aguante. Yo ya no puedo más contigo.
- ¡Escúchame! - gritó desesperado.
- ¡Adiós! - la puerta se cerró golpeando la cara de Cletus y comenzó a sangrar otra vez por la nariz.

viernes, 4 de octubre de 2013

5 de 10000‏

"Gracias. Muchas gracias por todo lo que me habéis enseñado. Ese pánico constante a cada paso que doy, me ha hecho un perdedor, un mediocre. Lo peor es que no he tenido la valentía de decíroslo a la cara...".

Cuando era niño, cada segundo lunes de septiembre, el despertador sonaba a las 8 de la mañana y era el momento de ver si yo había crecido más que mis compañeros y si las chicas de clase habían dado un paso más en su transformación a mujeres. Lo que de verdad ocurría con el paso del tiempo era que mi cara era cada vez más peculiar y mi cuerpo se fue convirtiendo en un barril. Cuando nací dijeron que era mono, pero me temo que se referían a que tenía cara de chimpancé. Con estas pintas, mis profesores me tomaban por una persona poco inteligente y garrula. A los 12 años, me empezó a salir pelusilla sobre el labio superior y un compañero de clase me dijo que como estaba gordo y tenía el bigote de Cantinflas, me iban a llamar Gordinflas. Ése fue mi mote hasta que dejé el instituto.

No todo va a ser malo en mí. Sí, soy feo, bajo, un poco obeso y no caigo bien a la gente, pero mis padres son ricos y yo soy su único hijo. Eso hizo que tuviera todo lo que se me antojara. Con tal de tenerme contento, podía pedir cualquier cosa. Recuerdo la fiesta de mi decimotercer cumpleaños y me viene una sonrisa a la cara con aquella chiquillada. Le devolví la jugada al niñato que se inventó mi mote. Ni siquiera recuerdo su nombre... incluso puede que me vengara del pipiolo equivocado. El caso es que mis padres invitaron a todos mis compañeros de clase y a sus padres. Esa fiesta se convirtió en una reunión de negocios en la que los padres fumaban puros, bebían whiskey o coñac y las mujeres criticaban el trabajo que las señoras de la limpieza hacían en sus respectivas casas y comentaban las pruebas que les ponían para ver si robaban o no. Nosotros estábamos aburridos con juegos de niños pequeños y con perdedores disfrazados de payasos o superhéroes fuera de forma. Mis padres me regalaron entre otras cosas, 100000 pesetas que pensaba que iba a utilizar en parte para comprarme juegos de la Nintendo y más caprichos que se me ocurrieran. ¿Cómo administraba mi dinero? Era muy fácil, me compraba todo lo que me apetecía y, cuando me lo gastaba todo, pedía más a mis padres. Para mí, mis progenitores eran como The Bureau of Engraving and Printing. Cuando ya no sabía de qué manera aburrirme, se me encendió la bombilla y se me ocurrió que era el momento de ajustar cuentas con... como se llamara delante de toda la clase. Seguí a Spiderman a la entrada de la casa. Fue a la furgoneta del trabajo, una Ford Transit de color blanco con globos pintados. Se quitó la careta, abrió la puerta corredera lateral, se sentó y sacó una bolsa con hierba.

- ¡Pssssss! Spiderman.
- Pero... ¿qué? - rápidamente tiró la bolsa a los asientos de detrás - ¡Menudo susto me has dado, cabezón!
- Pensaba que tu sentido arácnido te avisaría - me burlé un poco de él.
- ¡Qué graciosete eres! A ver si Spiderman te va a dar una colleja - dijo mientras levantaba su mano derecha con gesto de darme.
- ¡Eh! ¡No, tranquilo! - subí las manos para contrarrestar el posible golpe.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó asqueado.
- Nada, que me aburro... y quería saber si me podías ayudar.
- ¿En qué? - se notaba todavía más disgustado por tener que aguantarme.
- Te doy 10000 pesetas si pones un poco de eso en el pastel del niño rubio con jersey marrón.
- ¿Qué dic...?
- 15000 - grité sin darle tiempo a contestar.
- Mira, niño. No me quiero meter en líos. Me quedan tres horas aquí y quiero que se pasen sin problemas.
- 25000.
- Vete con tus amigos y déjame en paz.
- 30000.
- ¡Qué pesado eres! ¡Vete ya! -gritó.
- 50000 pesetas.
- ... - se quedó callado durante unos segundos y desafiándome me preguntó- ¿de dónde vas a sacar el dinero? Si no sabes ni atarte los cordones.
- Sí que sé - repliqué enfadado.




A continuación saqué 5 billetes de 10000 pelas con Juan Carlos I mirando hacia un lado, como si no le gustaran los chanchullos y no quisiera saber nada del trato. Spiderman los cogió se los guardó en una riñonera junto con un poco de hierba.

Al volver al jardín, estaban todos esperándome para abrir los regalos. Mi madre me agarró de la mano para que fuera donde se encontraba el montón de juguetes, calculadoras científicas o lo que hubiera ahí y me dijo que tenía que sonreír y dar las gracias. Menudo paripé. Yo aproveché para pedirle a mi madre que Spiderman cortara y repartiera los trozos de la tarta sabiendo que todo el mundo me iba a estar mirando a mí. Mi madre se acercó a Spiderman, le dio una paleta para cortar tarta y Spiderman, mirándome con su estúpida careta, fue caminando hacia donde se encontraba el postre haciéndome un gesto de negación con la cabeza. Yo le hice el gesto universal del dinero, frotando las yemas del pulgar e índice de mi mano izquierda.

- ¡Oh! ¡Qué "inserte aquí el regalo que se le ocurra" más bonito! ¡Gracias! - decía lobotomizado con la mejor de mis falsas sonrisas con cada caja que abría.

Llegó el momento de alimentarse. Había una enorme y empalagosa tarta de chocolate blanco que todo el mundo devoró. Yo estaba esperando el momento en el que el chaval explotara delante de todos, pero, por lo visto, los efectos al ingerir marihuana surgen a las horas y, cuando se acabó la comida, todos se fueron a sus respectivas casas. El lunes, a la vuelta a clase, había un sitio vacío y la profesora nos dijo que "inserte aquí el nombre que se le ocurra, porque yo no me acuerdo" estaba malo en el hospital por una intoxicación. A partir de entonces le llamaron El tóxico y le empezaron a tratar como un apestado. Estuvo con paranoias y ataques de ansiedad durante unos días y nadie supo cómo ocurrió. En esos días, no recuerdo si quería que se muriera o no, pero fue una cosa de críos.

Después de terminar mis estudios de bachillerato, le hice saber a mi padre que yo quería ganar dinero cuanto antes. Para entonces ya empezaba a tener vicios que costearme y mis padres habían empezado a cerrar el grifo un par de años atrás. Mi padre me dijo que me afiliara a las juventudes de su partido político, el PEM (Partido Ético y Moral), para hacerme un hombre de provecho. Nos llamaban Nuevas Generaciones del PEM, pero para mí eran las nuevas degeneraciones y nosotros éramos los nuevos degenerados. Desde el primer momento recibí una tarjeta de crédito, pero me decían "no te pases con los gastos". Así empecé pegando carteles, haciendo de figurante en mítines e inauguraciones y demás trabajos aburridos. Estar viendo a los peces gordos del PEM decir frases aleatorias durante horas, tener que aplaudir y estar despierto era un esfuerzo sobrenatural, así que poco a poco fui medrando para poder conseguir algún puestecillo en el que poder hacer nada sin tener que disimular mucho. La clave era poner buena cara, ver, oír y callar. Demostrar que era una persona de fiar. Una vez entras en el juego, si eres listo, te puedes dedicar a ello durante toda la vida. Así que, poco a poco, he llegado hasta donde estoy ahora.

De vez en cuando me hacen entrevistas, me increpan por la calle o me animan a seguir igual, porque soy de los suyos. Cuando más me divierto es cuando me llaman para ir de tertuliano. Me ponen en un lado de una mesa y tengo que defender mi opinión sea como sea cuando discuto con otros energúmenos. Me recuerda a cuando iba al colegio y nuestro profesor faltaba por estar enfermo y veíamos llegar al sustituto. En esos momentos, nos transformábamos en niños salvajes, como criados por lobos, y sólo se escuchaban gritos. Ese sonido, pero más grave, es el mismo que escucho en el plató de televisión y el moderador hace el papel de profesor sustituto borracho y desmotivado. Muchos días me pongo a leer emails que la gente me escribe con quejas o felicitaciones. Casi siempre son protestas o amenazas. Cuando todo va bien, nadie se acuerda de darme las gracias.

"... Nos habéis educado para teneros miedo. Pero tanto estáis estirando de la cuerda que se va a romper y, cuando así sea, la gente que no tenga nada que perder, como yo, cargará contra vosotros. Sinvergüenzas. Os habéis enriquecido a costa de gente como yo y os creéis que nosotros estamos a vuestro servicio, cuando es al revés
. Un día de estos, me mirarás a los ojos pidiéndome perdón y yo sabré que no lo dices con sinceridad, porque eres una rata.

Atentamente y con todo mi desprecio,
Pedro Gutiérrez (un parado y estafado más de tantos)".

Sinceramente, señor Gutiérrez, me importa una mierda.