Como cada noche especial, Cletus estaba en el bar bebiendo cerveza y
quejándose del dolor de espalda, de su mujer, de la vida, de la muerte y de todo lo que se le pudiera ocurrir. Nadie le escuchaba, como ocurría
en cada noche especial. Los parroquianos ya le conocían y le hicieron
caso las primeras veces, pero se cansaron de atender a cada queja que
salía por su boca.
- ¡Esta cerveza tiene menos lúpulo! - dijo Cletus en una de sus innumerables protestas.
- Es la misma de siempre - respondió completamente desganado Rick, el dueño del bar.
Se llegó a hacer una votación entre la clientela del bar para impedir que Cletus volviera a pisar el garito. A pesar de la aplastante mayoría, Rick se negó al veto. Su alegato fue que "Cletus es un pesado, pero me ayuda a pagar las facturas... además, éste es mi bar y aquí soy yo el que dice lo que hay que hacer. ¡Ahora a beber!". Todos acataron órdenes y se emborracharon.
- ¡Ésta es una noche especial! ¡Ponme una cerveza que tenga más lúpulo! - gritó Cletus.
- Siempre es una noche especial para ti, Cletus. Absolutamente todas las noches.
- ¡Más lúpulo!
- Pero vamos a ver, ¿sabes lo que es el lúpulo? - preguntó Rick con voz cansada.
Después de unos segundos pensativo, Cletus cogió su móvil, trató de aparentar que mantenía una conversación telefónica y se despidió de todos anunciando que "es una llamada importante, me tengo que ir". Nadie hizo caso alguno. En la cabeza de cada uno no cabían los lamentos de Cletus, todas esas mentes alcoholizadas estaban ocupadas pensando en sus propios problemas: "¿cómo recupero a mi Jennifer?", "mañana me pongo a buscar trabajo", "¡tengo que pagar las facturas!" o "ese tñido adoa faeo ají".
Cletus salió haciendo eses del tugurio de Rick y se tropezó con una hormiga que llevaba una colilla. El golpe hizo que se espabilara un poco y que le sangrara la nariz. Se levantó dolorido y cuando notó ese sabor metálico en su boca, se limpió con las mangas de la camisa. Se metió las manos en los bolsillos buscando las llaves del coche. Encontró las de casa, un pañuelo, 10 dólares y unos caramelos. A continuación dio un paso y se escuchó cómo daba una patada a las llaves del coche. Se habían caído instantes antes. Se arrodilló y buscó entre la oscuridad hasta que finalmente las encontró. Arrancó el coche y comenzó a sonar Lynyrd Skynyrd.
"Sweeeet hooome Alabaaaaama..." - se puso a cantar desafinando - "... siempre ponen las mismas canciones en la radio".
Mientras iba a pisar el acelerador, vio un destello en el horizonte y una explosión. La curiosidad hizo que decidiera acercarse a aquel lugar para ver qué había pasado. Al estar en medio de la nada, pensó que podría ser el único en saber que algo había ocurrido. Podría ser el único en grabar con el móvil aquello y vender las imágenes a alguna cadena de televisión.
15 minutos después, Cletus llegó a aquel lugar. No podía creer lo que veían sus ojos. ¿Seguía borracho? ¿se habría quedado inconsciente cuando se cayó al suelo y esto sería un sueño? No, era realidad. Un OVNI se había estrellado y estaba todo en llamas. Sacó el móvil para grabar, pero no funcionaba. Comenzó a darle golpes, le quitó la batería y la volvió a poner... pero no consiguió nada.
- No te molestes. No te va a funcionar, my friend - dijo una voz extraña por lo dulce y robótica que era.
- ¿Quién está ahí? - contestó Cletus dando un sobresalto.
- Todos llevamos inhibidores que impiden que cualquiera nos pueda grabar o hacer fotos.
- ¿Me estás vacilando? ¡Vaya nochecita llevo! - comentó después de estar 20 minutos sin quejarse.
- No temas. Nada va a pasar, pero necesito tu ayuda.
De entre las sombras salió un... bicho extraterrestre de 1'60 m de altura. El típico extraterrestre de las películas cuya nave cae en un lugar perdido de Estados Unidos. El que no es como Alf ni como E.T., el otro.
- Resulta que he cogido prestada la nave a mi padre y se me ha ido de las manos. Necesito que te vayas lejos de aquí para que mandes un mensaje a mi tío, porque, como te he dicho antes, tu móvil no va a funcionar conmigo cerca. Por eso todas las imágenes de OVNIs que tenéis son falsas. No son más que videos trucados de gente que se aburre mucho.
- Vamos a ver. Esto no puede ser. ¿Estoy soñando? - preguntó Cletus.
- No y para demostrártelo... - alzó la mano el extraterrestre.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! - comenzó a gritar por la descarga eléctrica de una especie de taser alienígena.
Después de medio minuto de convulsiones, Cletus pensó que sería mejor ayudar al bicho de las galaxias o le mataría a descargas.
- Esto lo he hecho por tu bien. Vas más borracho que yo y te necesito sobrio - razonó el alienígena.
- ¿Cómo?
- Sí, nosotros también sabemos pasárnoslo bien.
- Un momento, si quieres que te ayude, me tienes que decir cómo lo tengo que hacer. No entiendo nada de lo que está pasando.
- ¿Qué quieres saber?
- ¿De dónde vienes? Háblame sobre ti. No puedo con esta locura - replicó el granjero.
- No es tanta locura. Vengo de Kwa#qr&in. Creo que vosotros lo llamáis Kepler-69c. Allí hacemos lo mismo que vosotros, el gilipollas. Pero nosotros somos más inteligentes. No es por faltar, es algo genético.
- Pero, ¿por qué has venido hasta aquí? ¿y cómo sabes mi idioma? ¡nada tiene sentido! - exclamó de manera confusa.
- Sé tu idioma gracias a nuestra tecnología avanzada. Tengo un dispositivo que recoge mis pensamientos y los traduce a la lengua con el que mi interlocutor se siente más cómodo. No me hagas pensar mucho más que entre el accidente y las copas que llevo encima...
- ¿Copas?
- Sí. ¿No me has escuchado antes? Te he dicho que nosotros sabemos divertirnos.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- ¡Ay! ¿Ves como somos más inteligentes los Kwa#qr&inos? - dijo el alienígena - Como te comentaba - prosiguió - he venido hasta aquí porque he tenido un accidente con la nave y he perdido el control. De todas formas, he estado por aquí muchas veces.
- ¿De verdad?
- ¿Por qué te iba a mentir?
Después de esta absurda conversación, el extraterrestre explicó a Cletus qué es lo que tenía que hacer para que pudiera mandar el mensaje a su tío del espacio exterior. Con el móvil ya preparado, se le añadió una antena. Buscaron en el coche de Cletus algo que pudiera amplificar la señal y encontraron una lata de Pringles vacía en el asiento de detrás. Con unos ajustes en el chip, podría coger más frecuencias para tener mejor cobertura. Así tenía que poner un texto en el idioma alienígena adaptado con letras en cirílico para que Cletus no pudiera leer el mensaje. Él seguía sin entender nada, pero cumplió órdenes. Se alejó, mandó el texto y volvió donde estaba el OVNI siniestrado.
- Ya he hecho todo lo que me has pedido - dijo satisfecho.
- Bien, vamos a celebrarlo. Toma, bebe.
- ¿Qué es esto?
- Tranquilo, es algo que nosotros hacemos en nuestro planeta, parecido a la cerveza.
- Mmmmmm. ¡Tiene mucho lúpulo! - comentó Cletus.
Se sentaron los dos en el capó del coche de Cletus y comenzaron a charlar como si fueran dos viejos amigos. Cuando se terminó la bebida extrasolar, un halo de luz hizo que el extraterrestre desapareciera con la nave, dejando a Cletus con su recipiente vacío en la mano y muchos otros en el suelo. Cletus no pudo hacer otra cosa que meterse dentro del coche y dormir la mona. Después de un par de horas, se despertó y, al ver que eran las 3:21 AM, supo que tenía que ir a casa. La noche se le había hecho muy larga y muy extraña. Aun así, sólo pensaba en llegar a casa y dormir más, como si no hubiera pasado nada. Como si fuera una borrachera normal la vivida. ¿Cómo podría conciliar el sueño tan fácilmente después de esa experiencia? Seguramente no le daba el cerebro para asimilar todo.
Arrancó el coche y condujo hasta su casa. Eran las 4:07. Cogió las llaves para entrar en casa. Le costó elegir la adecuada y no atinaba con el agujero de la cerradura. El ruido despertó a Pamela, la mujer de Cletus. Se escucharon unas pisadas a toda velocidad y en unos instantes apareció ella en la puerta. La abrió bruscamente.
- Siento haberte despertado. No te vas a creer...
- ¿Qué excusa me vas a contar ahora? ¿has visto la hora que es? ¿has visto las pintas que llevas? ¿y esa sangre? - preguntó enfadadísima Pam. Su cara delataba el odio más profundo resultado de una mezcla de haber sido despertada y de cabreo al ver nuevamente a su marido en ese estado.
- No, de verdad. Al salir del bar vi una luz en el horizonte...
- Mira, no me interesa. Te dije que iba a ser la última vez y lo mantengo. No te quiero ver más por aquí. Búscate una casa, una nueva vida y alguien que te aguante. Yo ya no puedo más contigo.
- ¡Escúchame! - gritó desesperado.
- ¡Adiós! - la puerta se cerró golpeando la cara de Cletus y comenzó a sangrar otra vez por la nariz.
- ¡Esta cerveza tiene menos lúpulo! - dijo Cletus en una de sus innumerables protestas.
- Es la misma de siempre - respondió completamente desganado Rick, el dueño del bar.
Se llegó a hacer una votación entre la clientela del bar para impedir que Cletus volviera a pisar el garito. A pesar de la aplastante mayoría, Rick se negó al veto. Su alegato fue que "Cletus es un pesado, pero me ayuda a pagar las facturas... además, éste es mi bar y aquí soy yo el que dice lo que hay que hacer. ¡Ahora a beber!". Todos acataron órdenes y se emborracharon.
- ¡Ésta es una noche especial! ¡Ponme una cerveza que tenga más lúpulo! - gritó Cletus.
- Siempre es una noche especial para ti, Cletus. Absolutamente todas las noches.
- ¡Más lúpulo!
- Pero vamos a ver, ¿sabes lo que es el lúpulo? - preguntó Rick con voz cansada.
Después de unos segundos pensativo, Cletus cogió su móvil, trató de aparentar que mantenía una conversación telefónica y se despidió de todos anunciando que "es una llamada importante, me tengo que ir". Nadie hizo caso alguno. En la cabeza de cada uno no cabían los lamentos de Cletus, todas esas mentes alcoholizadas estaban ocupadas pensando en sus propios problemas: "¿cómo recupero a mi Jennifer?", "mañana me pongo a buscar trabajo", "¡tengo que pagar las facturas!" o "ese tñido adoa faeo ají".
Cletus salió haciendo eses del tugurio de Rick y se tropezó con una hormiga que llevaba una colilla. El golpe hizo que se espabilara un poco y que le sangrara la nariz. Se levantó dolorido y cuando notó ese sabor metálico en su boca, se limpió con las mangas de la camisa. Se metió las manos en los bolsillos buscando las llaves del coche. Encontró las de casa, un pañuelo, 10 dólares y unos caramelos. A continuación dio un paso y se escuchó cómo daba una patada a las llaves del coche. Se habían caído instantes antes. Se arrodilló y buscó entre la oscuridad hasta que finalmente las encontró. Arrancó el coche y comenzó a sonar Lynyrd Skynyrd.
"Sweeeet hooome Alabaaaaama..." - se puso a cantar desafinando - "... siempre ponen las mismas canciones en la radio".
Mientras iba a pisar el acelerador, vio un destello en el horizonte y una explosión. La curiosidad hizo que decidiera acercarse a aquel lugar para ver qué había pasado. Al estar en medio de la nada, pensó que podría ser el único en saber que algo había ocurrido. Podría ser el único en grabar con el móvil aquello y vender las imágenes a alguna cadena de televisión.
15 minutos después, Cletus llegó a aquel lugar. No podía creer lo que veían sus ojos. ¿Seguía borracho? ¿se habría quedado inconsciente cuando se cayó al suelo y esto sería un sueño? No, era realidad. Un OVNI se había estrellado y estaba todo en llamas. Sacó el móvil para grabar, pero no funcionaba. Comenzó a darle golpes, le quitó la batería y la volvió a poner... pero no consiguió nada.
- No te molestes. No te va a funcionar, my friend - dijo una voz extraña por lo dulce y robótica que era.
- ¿Quién está ahí? - contestó Cletus dando un sobresalto.
- Todos llevamos inhibidores que impiden que cualquiera nos pueda grabar o hacer fotos.
- ¿Me estás vacilando? ¡Vaya nochecita llevo! - comentó después de estar 20 minutos sin quejarse.
- No temas. Nada va a pasar, pero necesito tu ayuda.
De entre las sombras salió un... bicho extraterrestre de 1'60 m de altura. El típico extraterrestre de las películas cuya nave cae en un lugar perdido de Estados Unidos. El que no es como Alf ni como E.T., el otro.
- Resulta que he cogido prestada la nave a mi padre y se me ha ido de las manos. Necesito que te vayas lejos de aquí para que mandes un mensaje a mi tío, porque, como te he dicho antes, tu móvil no va a funcionar conmigo cerca. Por eso todas las imágenes de OVNIs que tenéis son falsas. No son más que videos trucados de gente que se aburre mucho.
- Vamos a ver. Esto no puede ser. ¿Estoy soñando? - preguntó Cletus.
- No y para demostrártelo... - alzó la mano el extraterrestre.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaah! - comenzó a gritar por la descarga eléctrica de una especie de taser alienígena.
Después de medio minuto de convulsiones, Cletus pensó que sería mejor ayudar al bicho de las galaxias o le mataría a descargas.
- Esto lo he hecho por tu bien. Vas más borracho que yo y te necesito sobrio - razonó el alienígena.
- ¿Cómo?
- Sí, nosotros también sabemos pasárnoslo bien.
- Un momento, si quieres que te ayude, me tienes que decir cómo lo tengo que hacer. No entiendo nada de lo que está pasando.
- ¿Qué quieres saber?
- ¿De dónde vienes? Háblame sobre ti. No puedo con esta locura - replicó el granjero.
- No es tanta locura. Vengo de Kwa#qr&in. Creo que vosotros lo llamáis Kepler-69c. Allí hacemos lo mismo que vosotros, el gilipollas. Pero nosotros somos más inteligentes. No es por faltar, es algo genético.
- Pero, ¿por qué has venido hasta aquí? ¿y cómo sabes mi idioma? ¡nada tiene sentido! - exclamó de manera confusa.
- Sé tu idioma gracias a nuestra tecnología avanzada. Tengo un dispositivo que recoge mis pensamientos y los traduce a la lengua con el que mi interlocutor se siente más cómodo. No me hagas pensar mucho más que entre el accidente y las copas que llevo encima...
- ¿Copas?
- Sí. ¿No me has escuchado antes? Te he dicho que nosotros sabemos divertirnos.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- ¡Ay! ¿Ves como somos más inteligentes los Kwa#qr&inos? - dijo el alienígena - Como te comentaba - prosiguió - he venido hasta aquí porque he tenido un accidente con la nave y he perdido el control. De todas formas, he estado por aquí muchas veces.
- ¿De verdad?
- ¿Por qué te iba a mentir?
Después de esta absurda conversación, el extraterrestre explicó a Cletus qué es lo que tenía que hacer para que pudiera mandar el mensaje a su tío del espacio exterior. Con el móvil ya preparado, se le añadió una antena. Buscaron en el coche de Cletus algo que pudiera amplificar la señal y encontraron una lata de Pringles vacía en el asiento de detrás. Con unos ajustes en el chip, podría coger más frecuencias para tener mejor cobertura. Así tenía que poner un texto en el idioma alienígena adaptado con letras en cirílico para que Cletus no pudiera leer el mensaje. Él seguía sin entender nada, pero cumplió órdenes. Se alejó, mandó el texto y volvió donde estaba el OVNI siniestrado.
- Ya he hecho todo lo que me has pedido - dijo satisfecho.
- Bien, vamos a celebrarlo. Toma, bebe.
- ¿Qué es esto?
- Tranquilo, es algo que nosotros hacemos en nuestro planeta, parecido a la cerveza.
- Mmmmmm. ¡Tiene mucho lúpulo! - comentó Cletus.
Se sentaron los dos en el capó del coche de Cletus y comenzaron a charlar como si fueran dos viejos amigos. Cuando se terminó la bebida extrasolar, un halo de luz hizo que el extraterrestre desapareciera con la nave, dejando a Cletus con su recipiente vacío en la mano y muchos otros en el suelo. Cletus no pudo hacer otra cosa que meterse dentro del coche y dormir la mona. Después de un par de horas, se despertó y, al ver que eran las 3:21 AM, supo que tenía que ir a casa. La noche se le había hecho muy larga y muy extraña. Aun así, sólo pensaba en llegar a casa y dormir más, como si no hubiera pasado nada. Como si fuera una borrachera normal la vivida. ¿Cómo podría conciliar el sueño tan fácilmente después de esa experiencia? Seguramente no le daba el cerebro para asimilar todo.
Arrancó el coche y condujo hasta su casa. Eran las 4:07. Cogió las llaves para entrar en casa. Le costó elegir la adecuada y no atinaba con el agujero de la cerradura. El ruido despertó a Pamela, la mujer de Cletus. Se escucharon unas pisadas a toda velocidad y en unos instantes apareció ella en la puerta. La abrió bruscamente.
- Siento haberte despertado. No te vas a creer...
- ¿Qué excusa me vas a contar ahora? ¿has visto la hora que es? ¿has visto las pintas que llevas? ¿y esa sangre? - preguntó enfadadísima Pam. Su cara delataba el odio más profundo resultado de una mezcla de haber sido despertada y de cabreo al ver nuevamente a su marido en ese estado.
- No, de verdad. Al salir del bar vi una luz en el horizonte...
- Mira, no me interesa. Te dije que iba a ser la última vez y lo mantengo. No te quiero ver más por aquí. Búscate una casa, una nueva vida y alguien que te aguante. Yo ya no puedo más contigo.
- ¡Escúchame! - gritó desesperado.
- ¡Adiós! - la puerta se cerró golpeando la cara de Cletus y comenzó a sangrar otra vez por la nariz.