- Ha llegado un momento en el que todos estáis emparejados y yo estoy soltero y me veo fuera de juego.
- Tienes que salir más. Como dice Lichis "es la falta de amor la que llena los bares".
- ¿Y a dónde voy a ir?
- Vete a cualquier discoteca. Están llenas de tías que estarían dispuestas a pasar un rato contigo.
- No, eso no, ando mal de dinero y no estoy como para pagarme put...
- Que no, que no me refiero a eso, aunque es otra posibilidad. Lo que yo digo es que las tías quieren pasárselo bien. Pero muchas de las que van a esos sitios, seguro que se lian con el primero que cumpla sus requisitos.
- ...
- Pues con que sea guapo, gracioso, le eche morro y baile bien ya tiene bastante hecho.
- ¡Joder! Casi nada. ¿Y qué pasa con los tímidos, que no bailan, les sudan las manos y se quedan en blanco cuando entran a una chica?
- Que lo tienen jodido. Prueba a decirles "hola".
- ¿Pero cómo se va a poder hablar en un sitio así si no se oye nada? Esos sitios no son para hablar con nadie... y tampoco veo chicas interesantes.
- ¿Te refieres a eso? Pensaba que querías follar. Ya sabes.
- Sí, creo que me acuerdo de eso. Jorge, voy a morir solo.
- A no ser que te entierren en una fosa común.
- Sería un buen sitio para conocer gente.
- No creo que te dieran mucha conversación.
- Yo tampoco la suelo dar, soy más de escuchar. Creo que tendríamos bastante en común.
- ¿La palidez?
- Además de eso. Creo que estoy muerto por dentro.
- Me deprimes a mí y a todo el mundo. Por eso nadie se acerca a ti.
- Trataré de ser más positivo.
- Sí, tío. Hay que ir con buen autoestima y seguridad.
Días después...
- He hecho un avance. Nada de discotecas. En la misma calle.
- Espera, vamos a bajar a la terraza, nos tomamos una cervecita y me cuentas.
Minutos más tarde...
- Dime, ¿qué te ha pasado?
- Ayer iba por la calle. Di una vuelta después de salir de trabajar. Con esto del buen tiempo, la gente no para en casa y yo me animé a salir. Como te he dicho, viene el buen tiempo, el calor, menos ropa...
- Me voy a pedir otra cerveza, que se pone interesante.
- Sí, bueno. Resulta que voy andando por la calle y me fijo en una chica rubia con falda corta que va andando por la acera y yo, con el cuello girado, la miro distraído.
- ¿Y ya está?
- Espera, que te sigo contando. Como estaba mirando para otro lado, al doblar la esquina choqué con una morena, con vestido de los de ir a trabajar. Se le cayeron los papeles al suelo. Le pedí perdón y le ayudé a recogerlos. Hubo un momento en el que estábamos de cuclillas, cogimos la misma hoja, nos incorporamos y, al levantar la cabeza, nuestros ojos se clavaron. Conectamos. Te juro que conectamos.
- ¡Muy bien! Así dejarás de ser el llorón que eres.
- Espera, que hay más. Hubo una risa nerviosa, apartó la mirada y se echó el cabello hacia atrás. Yo creo ella sintió algo. En ese momento se levantó un poco de viento y volaron unos cuantos papeles calle abajo. Yo me fui corriendo detrás de ellos y logré ataparlos. Mientras iba a devolvérselos, a lo lejos, se apreciaba su figura a contraluz. Impresionante. Al llegar donde estaba ella, le di sus papeles. Me dio las gracias y yo la invité a tomar algo.
- Bien hecho. ¿Qué dijo?
- Tenía que irse a casa a hacer la cena a su marido, porque él llega bastante tarde. Me volvió a dar las gracias y me soltó el típico: "que Dios te lo pague con una buena novia" y se fue.
- Lo del marido es un detalle sin importancia. Tenías que haber insistido... por lo menos lo intentaste. ¿Cómo reaccionaste?
- Me cabreé. Otra que se me escapa. Le dije que Dios es insolvente.
- Al final sí que vas a morir solo.
- Al menos quedan los amigos.
- La verdad es que sí. Brindemos por la madre que nos parió, bien a gusto se quedó.