Venus era verde y ella miraba con el alma.
Permanecía abstraída en un viaje que, realmente, nadie creería que estuviera realizando.
"¿Qué pintas tú en esa expedición?" es lo que ella entendía que cualquier persona le podría preguntar.
"Todos los que han querido venir lo han hecho. Los que no habéis querido os lo habéis perdido y nunca lo entenderéis" es la certera réplica que podía dar.
A pesar de pensar tanto en ello, en lo que pudiera opinar cualquier persona ajena a esta aventura, ya no había marcha atrás. La hermosa joven, de rizos dorados, ojos azules y naricilla respingona inundada de pecas se cansó de vivir en el lugar donde nació. No quería estar plagada de obligaciones sin haber conocido más que esa pequeña población en la que todos los días parecían idénticos y de la que corría riesgo de quedar atrapada si dejaba pasar el tiempo. Quería dejar atrás a la niña de 17 años que no terminaba de florecer por estar enjaulada en un florero de cristal. Necesitaba una maceta, con una vasta extensión de tierra.
"¡Han pasado ya cuatro años desde que me fui de casa!". Le dio tiempo a calcular. La travesía hacia una nueva dimensión estaba resultando tan tranquila y silenciosa que le dio tiempo a darse cuenta de los detalles más insignificantes de su vida como podría ser el primer día en la escuela, la vez que se cayó del columpio, se vio un día cualquiera saltando a la comba, cogiendo una botella de vino a escondidas para beber... muchos detalles que fueron definiendo su manera de ser.
"Se ve todo tan oscuro". Todavía quedaba mucho tiempo para llegar al destino. Esperaba encontrarse bien al llegar, puesto que nunca se sintió cómoda allá donde estuvo. Podría ser su naturaleza, la de esperar siempre algo mejor a lo que tiene, pero lo cierto es que no dejaba de buscar el mejor sitio para vivir. No era el primer viaje que realizaba, aunque éste resultaba ser el más lejano y, seguramente, el definitivo. Al menos, en la última carta que hizo llegar a su familia les explicó su marcha, escribendo que deberían sentirse orgullosos de su hija, ya que llegaría más lejos de lo que nadie iba a poder llegar.
"¡Me siento tan feliz!". Así terminaba la carta y así se sentía ella en ese instante. El viaje había finalizado.
En su rostro se dibujó una sonrisa al instante en el que el veneno hizo su efecto.
Que final más triste, aunque si siempre esperó algo mejor es "lógico" que acabara así, todos esperamos algo mejor, pero, ahí está la clave, en ver la vida como una gran hazaña que te puede deparar grandes sorpresas cuando menos te lo esperas, en poder aprovechar el tiempo que se nos ha dado en vez de vivirlo con resignación, pienso yo!
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