"Sólo quedan tres semáforos" - se consolaba.
- ¡Vamos! ¡Ponte en verde ya!
No podía aguantar 10 minutos más. Todo el stress que llevaba encima tenía que salir, pero debía de esperar. No era momento aún.
Justo al ponerse el semáforo en verde, Paul empezó a dar golpes al volante, haciendo sonar el claxon. Llegaba con retraso a su cita de todos los días y no podía permitir que se le pudiera pasar el turno.
- ¡Gilipollas! Que ya está en verde.
El coche de delante se había calado. Justo en ese momento, en el día que llegaba tarde, con lo puntual que solía ser.
Dio un volantazo y se puso en el carril del medio para girar a la derecha en la siguiente bocacalle.
"Tranquilo. Dos semáforos".
Por ese infortunio, el siguiente semáforo pasó de ámbar a rojo antes de que pudiera saltárselo.
- Hola, ¿quieres que te cambie la vida? - preguntó una mujer con unos labios obscenos y exageradamente mal pintados, mucho colorete en la cara y con unos ojos que eran un oasis en medio de las arrugas.
- No. Estoy muy bien como estoy - contestó de la manera más seca posible.
Mientras Paul se inclinaba al asiento del copiloto para darle a la manivela que sube la ventanilla, pero la mujer se apoyó en ella. Se dio cuenta de que llevaba una mochila colgada a la espalda. Seguramente tendría dentro toallas para limpiarse.
- Vamos, no te vas a arrepentir. ¿De verdad que no quieres saborear este cuerpo? - dijo mientras se llevaba el cigarro a la boca para, a continuación, manosear sus pechos.
- No, de verdad, llego tarde.
- Todo puede esperar. Un momento conmigo y te puedo llevar al cielo o al infierno, donde tú quieras.
- El semáforo se va a poner en verde, apártate.
- Déjame subir y querrás repetir, cariño - la prostituta estaba cada vez más seria. No se daba por vencida, como si nunca hubiera sufrido un rechazo y tuviera que mantener una reputación.
Una mujer mayor pasaba por ahí con unas bolsas de la compra y miró a Paul con cara de desaprobación. Paul le contestó con un corte de mangas.
- Váyase a la mierda, señora... - dijo gritando - y tú también - bajó la voz dirigiéndose a la prostituta.
- No te vas a olvidar de mi cara.
La prostituta sacó una botella de whiskey de la mochila, la abrió y le echó un chorro a Paul, se apartó del coche y comenzó a andar rápido.
- ¿Qué haces?... claro que no me voy a olvidar de tu cara. ¡Eres muy fea! - gritó hacia la prostituta.
El semáforo se abrió justo cuando estaba chillando a la prostituta y Paul aceleró pisando el acelerador a fondo. Pasados unos metros notó cómo el coche pegó dos botes y frenó.
En el suelo yacía la prostituta y Paul apestaba a whiskey.
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