Acercando sus delicados dedos a su diminuta oreja izquierda, se echó el flequillo para atrás. Su pelo ondulado, de color castaño, caía hasta que mi vista se encontró con un trasero trabajado a base de años danzando. Una dulce vocecilla me despertó del sueño de llegar a poseer esas nalgas con las manos mientras le besaba en el cuello y me enredaba en su cabello.
- ¡Espera! ¡No te vayas! - fue lo que me dijo.
Naturalmente, esperé. Si ella quisiera, haría todo lo que me dijera. Era imposible negarle algo. Se paró delante de mí y me miró con esos ojos de verde jade que te derriten y te hacen perder el control. ¡Era imposible negarle algo!
- ¿Qué tal, Carlos? ¡Qué bien te ha sentado la Semana Santa!
- ¿Qué tal, Carlos? ¡Qué bien te ha sentado la Semana Santa!
"¡Mierda! Ya empienza a regalarme piropos. Es extraño, seguro que quiere algo... y lo va a conseguir" - pensé al instante.
- Bien, bastante descansado. Gracias por decir que me han sentado bien las vac... - no me dio tiempo a terminar la frase y ya me cortó.
- ¿Quieres venir a tomar algo conmigo? Mi cara tuvo que ser muy graciosa, porque le salió de repente una risita pícara.
- Claro. ¿Cuándo vamos?
- Ahora, tonto - contestó con la certeza de que haría lo que ella dijera. ¡Era imposible negarle algo!
Fuimos a por unos helados y mientras caminábamos ella no paraba de hablar de sus cosas. Yo no la escuchaba, estaba drogado por su perfume, no sé cuál sería, pero así tenía que oler siempre una mujer. Sólo me imaginaba sus pechos y ese aroma maravilloso saliendo de cada poro de su piel.
Nos sentamos en un parque. No había nadie alrededor y yo pensaba que iba a ocurrir lo que nunca me imaginaría que fuera a suceder. Mi sueño, después de 5 años hecho realidad. Estaba cerca el momento de besarla, de fundir mi cuerpo con el suyo, mientras le acariciaría su sexo hasta que la escuchara gemir en mi oído.
Apoyó su hombro con mi hombro y sonrió. Sus labios brillaban y yo me sentía como una polilla atraída por la luz, pero todavía no era el momento de dar el paso, debía acercarse más para estar seguro. No quería echarlo a perder, ya que era alguien tan especial que suponía una situación única e irrepetible. Había que pensar bien cada movimiento y mantener la cabeza fría mientras el resto del cuerpo permanecía caliente.
Con la intención de colocar mi miembro, me metí la mano en el bolsillo para que no se escapara, pero era complicado disimular. Era algo inevitable y ella me estaba buscando las cosquillas. Sabía que me estaba haciendo sufrir y le gustaba. Se puso más melosa que nunca, me enseñaba el tanga cada vez que se movía para corregir su postura al estar sentada en la hierba, me ponía morritos, no paraba de tocarse el pelo y su voz de niña cada vez era más sexy. Seguramente también tenía las pupilas dilatadas, con lo que eso significa. Llegó el momento de lanzarme, pero me volvió a interrumpir.
- Carlos, te tengo que preguntar una cosa - a la vez que pronunciaba estas palabras se acercó hasta susurrarme al oído y acarició mi brazo al mismo tiempo que restregaba sus pechos contra la mano que quedaba libre - ¿me dejas los apuntes de matemáticas, física y biología?
- ¡Ohhhhhh! ¡ohhhhhh! ¡ohhhhhh! ¡sííííííííííí! - jadeé.
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