viernes, 4 de octubre de 2013

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"Gracias. Muchas gracias por todo lo que me habéis enseñado. Ese pánico constante a cada paso que doy, me ha hecho un perdedor, un mediocre. Lo peor es que no he tenido la valentía de decíroslo a la cara...".

Cuando era niño, cada segundo lunes de septiembre, el despertador sonaba a las 8 de la mañana y era el momento de ver si yo había crecido más que mis compañeros y si las chicas de clase habían dado un paso más en su transformación a mujeres. Lo que de verdad ocurría con el paso del tiempo era que mi cara era cada vez más peculiar y mi cuerpo se fue convirtiendo en un barril. Cuando nací dijeron que era mono, pero me temo que se referían a que tenía cara de chimpancé. Con estas pintas, mis profesores me tomaban por una persona poco inteligente y garrula. A los 12 años, me empezó a salir pelusilla sobre el labio superior y un compañero de clase me dijo que como estaba gordo y tenía el bigote de Cantinflas, me iban a llamar Gordinflas. Ése fue mi mote hasta que dejé el instituto.

No todo va a ser malo en mí. Sí, soy feo, bajo, un poco obeso y no caigo bien a la gente, pero mis padres son ricos y yo soy su único hijo. Eso hizo que tuviera todo lo que se me antojara. Con tal de tenerme contento, podía pedir cualquier cosa. Recuerdo la fiesta de mi decimotercer cumpleaños y me viene una sonrisa a la cara con aquella chiquillada. Le devolví la jugada al niñato que se inventó mi mote. Ni siquiera recuerdo su nombre... incluso puede que me vengara del pipiolo equivocado. El caso es que mis padres invitaron a todos mis compañeros de clase y a sus padres. Esa fiesta se convirtió en una reunión de negocios en la que los padres fumaban puros, bebían whiskey o coñac y las mujeres criticaban el trabajo que las señoras de la limpieza hacían en sus respectivas casas y comentaban las pruebas que les ponían para ver si robaban o no. Nosotros estábamos aburridos con juegos de niños pequeños y con perdedores disfrazados de payasos o superhéroes fuera de forma. Mis padres me regalaron entre otras cosas, 100000 pesetas que pensaba que iba a utilizar en parte para comprarme juegos de la Nintendo y más caprichos que se me ocurrieran. ¿Cómo administraba mi dinero? Era muy fácil, me compraba todo lo que me apetecía y, cuando me lo gastaba todo, pedía más a mis padres. Para mí, mis progenitores eran como The Bureau of Engraving and Printing. Cuando ya no sabía de qué manera aburrirme, se me encendió la bombilla y se me ocurrió que era el momento de ajustar cuentas con... como se llamara delante de toda la clase. Seguí a Spiderman a la entrada de la casa. Fue a la furgoneta del trabajo, una Ford Transit de color blanco con globos pintados. Se quitó la careta, abrió la puerta corredera lateral, se sentó y sacó una bolsa con hierba.

- ¡Pssssss! Spiderman.
- Pero... ¿qué? - rápidamente tiró la bolsa a los asientos de detrás - ¡Menudo susto me has dado, cabezón!
- Pensaba que tu sentido arácnido te avisaría - me burlé un poco de él.
- ¡Qué graciosete eres! A ver si Spiderman te va a dar una colleja - dijo mientras levantaba su mano derecha con gesto de darme.
- ¡Eh! ¡No, tranquilo! - subí las manos para contrarrestar el posible golpe.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó asqueado.
- Nada, que me aburro... y quería saber si me podías ayudar.
- ¿En qué? - se notaba todavía más disgustado por tener que aguantarme.
- Te doy 10000 pesetas si pones un poco de eso en el pastel del niño rubio con jersey marrón.
- ¿Qué dic...?
- 15000 - grité sin darle tiempo a contestar.
- Mira, niño. No me quiero meter en líos. Me quedan tres horas aquí y quiero que se pasen sin problemas.
- 25000.
- Vete con tus amigos y déjame en paz.
- 30000.
- ¡Qué pesado eres! ¡Vete ya! -gritó.
- 50000 pesetas.
- ... - se quedó callado durante unos segundos y desafiándome me preguntó- ¿de dónde vas a sacar el dinero? Si no sabes ni atarte los cordones.
- Sí que sé - repliqué enfadado.




A continuación saqué 5 billetes de 10000 pelas con Juan Carlos I mirando hacia un lado, como si no le gustaran los chanchullos y no quisiera saber nada del trato. Spiderman los cogió se los guardó en una riñonera junto con un poco de hierba.

Al volver al jardín, estaban todos esperándome para abrir los regalos. Mi madre me agarró de la mano para que fuera donde se encontraba el montón de juguetes, calculadoras científicas o lo que hubiera ahí y me dijo que tenía que sonreír y dar las gracias. Menudo paripé. Yo aproveché para pedirle a mi madre que Spiderman cortara y repartiera los trozos de la tarta sabiendo que todo el mundo me iba a estar mirando a mí. Mi madre se acercó a Spiderman, le dio una paleta para cortar tarta y Spiderman, mirándome con su estúpida careta, fue caminando hacia donde se encontraba el postre haciéndome un gesto de negación con la cabeza. Yo le hice el gesto universal del dinero, frotando las yemas del pulgar e índice de mi mano izquierda.

- ¡Oh! ¡Qué "inserte aquí el regalo que se le ocurra" más bonito! ¡Gracias! - decía lobotomizado con la mejor de mis falsas sonrisas con cada caja que abría.

Llegó el momento de alimentarse. Había una enorme y empalagosa tarta de chocolate blanco que todo el mundo devoró. Yo estaba esperando el momento en el que el chaval explotara delante de todos, pero, por lo visto, los efectos al ingerir marihuana surgen a las horas y, cuando se acabó la comida, todos se fueron a sus respectivas casas. El lunes, a la vuelta a clase, había un sitio vacío y la profesora nos dijo que "inserte aquí el nombre que se le ocurra, porque yo no me acuerdo" estaba malo en el hospital por una intoxicación. A partir de entonces le llamaron El tóxico y le empezaron a tratar como un apestado. Estuvo con paranoias y ataques de ansiedad durante unos días y nadie supo cómo ocurrió. En esos días, no recuerdo si quería que se muriera o no, pero fue una cosa de críos.

Después de terminar mis estudios de bachillerato, le hice saber a mi padre que yo quería ganar dinero cuanto antes. Para entonces ya empezaba a tener vicios que costearme y mis padres habían empezado a cerrar el grifo un par de años atrás. Mi padre me dijo que me afiliara a las juventudes de su partido político, el PEM (Partido Ético y Moral), para hacerme un hombre de provecho. Nos llamaban Nuevas Generaciones del PEM, pero para mí eran las nuevas degeneraciones y nosotros éramos los nuevos degenerados. Desde el primer momento recibí una tarjeta de crédito, pero me decían "no te pases con los gastos". Así empecé pegando carteles, haciendo de figurante en mítines e inauguraciones y demás trabajos aburridos. Estar viendo a los peces gordos del PEM decir frases aleatorias durante horas, tener que aplaudir y estar despierto era un esfuerzo sobrenatural, así que poco a poco fui medrando para poder conseguir algún puestecillo en el que poder hacer nada sin tener que disimular mucho. La clave era poner buena cara, ver, oír y callar. Demostrar que era una persona de fiar. Una vez entras en el juego, si eres listo, te puedes dedicar a ello durante toda la vida. Así que, poco a poco, he llegado hasta donde estoy ahora.

De vez en cuando me hacen entrevistas, me increpan por la calle o me animan a seguir igual, porque soy de los suyos. Cuando más me divierto es cuando me llaman para ir de tertuliano. Me ponen en un lado de una mesa y tengo que defender mi opinión sea como sea cuando discuto con otros energúmenos. Me recuerda a cuando iba al colegio y nuestro profesor faltaba por estar enfermo y veíamos llegar al sustituto. En esos momentos, nos transformábamos en niños salvajes, como criados por lobos, y sólo se escuchaban gritos. Ese sonido, pero más grave, es el mismo que escucho en el plató de televisión y el moderador hace el papel de profesor sustituto borracho y desmotivado. Muchos días me pongo a leer emails que la gente me escribe con quejas o felicitaciones. Casi siempre son protestas o amenazas. Cuando todo va bien, nadie se acuerda de darme las gracias.

"... Nos habéis educado para teneros miedo. Pero tanto estáis estirando de la cuerda que se va a romper y, cuando así sea, la gente que no tenga nada que perder, como yo, cargará contra vosotros. Sinvergüenzas. Os habéis enriquecido a costa de gente como yo y os creéis que nosotros estamos a vuestro servicio, cuando es al revés
. Un día de estos, me mirarás a los ojos pidiéndome perdón y yo sabré que no lo dices con sinceridad, porque eres una rata.

Atentamente y con todo mi desprecio,
Pedro Gutiérrez (un parado y estafado más de tantos)".

Sinceramente, señor Gutiérrez, me importa una mierda.

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